Y llegó la noche de San Juan. Estábamos todos emocionados. Éramos trece, todos dispuestos a vivir una grata experiencia.
Preparamos aperitivos y nos dispusimos a eso de las 22:15 a realizar la subida hacia el cerro de la Encantada
Al llegar allí, Alicia quiso personificar el momento. Había traído varias velas (6 concretamente) que quiso encender a lo largo de toda la cueva. Nos dispusimos a prepararlo todo y como si de un aviso se tratara empezó el cielo a sonar estruendosamente, relámpagos que iluminaban el campo y nosotros.... ajenos, nos acoplábamos todos a lo largo de la estrecha cueva.
Relajados a la vez que inquietos; divertidos pero recelosos, dimos orden de apagar las linternas, para así conseguir un ambiente más intimo con las velas:
* Una cueva escenario de una leyenda
* Una bella mujer convertida en serpiente protagonista de esa leyenda.
* Una noche mágica, la de San Juan
Y una creencia: a las doce se rompería el encantamiento y veríamos a la bella mujer salir de la cueva para así y en la puerta peinar sus largos cabellos y posteriormente volver a su encantamiento durante un año en forma de serpiente.
Y así entorno a las once de la noche, comenzó Felicitas a narrar la leyenda rodeada de la luminosidad parpadeante de las velas. Todos en silencio, escuchaban expectantes. Nuestras sombras desproporcionadas, cambiaban de tamaño constantemente y nuestras caras en la penumbra apenas se apreciaban. Este momento sólo lo rompía Andrea, que a sus cinco años poco sabía de mujeres bellas y de encantamientos. Ella sólo apreciaba tener una linterna en sus manos y de vez en cuando, rompiendo las órdenes de los mayores, la encendía, para rápidamente apagarla ante las quejas de todos. Así discurría la noche, y casi acabábamos la leyenda, cuando la narradora hizo una reflexión en voz alta: Claro que éste año y con éste allanamiento de morada ¿Cómo va a salir la Encantada?
Y de repelente sintió, un escozor en su pierna y rápidamente, rascó con fuerza haciendo tres arañazos como si se tratara de tres surcos en la tierra, pero sin darle importancia siguió entre risas y bromas hasta que Andrea una vez más encendió la linterna y llamó la atención de todos diciendo: Mamá, una Zerpiente...
Todas las linternas unánimemente enfocaron hacia la luz de Andrea: Allí estaba ella, en el último nivel de la cueva, mirándonos expectante, erguida, sin asustarse y arrastrándose hacia
2 comentarios:
Bueno, ¡¡que nos lo pasamos de vicio!!, y que te vayas poniendo las "pilas", porque al año que viene queremos repetir. Yo me apunto y tengo varios candidatos para acompañarnos (curiosamente todos aquellos a los que les cuento nuestra experiencia....)
Ah!! y que nos metimos en un nido de víboras, si observas las fotos y les das zum, observarás que detrás de Alicia y tu Andreita, paseaban las serpientes.....(luego vimos la que nos echó de allí)Un besazo.
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